JULIETA VALERO, MITAD. VASO ROTO
LUCIDEZ Y EXIGENCIA DE LA LENGUA
No es este libro “Mitad” de
Julieta Valero, un texto donde se tenga que vadear en la hojarasca para
intentar un comentario. Muy a la inversa, hay carnalidad y una poderosa lengua
donde agarrarse. Ciertamente no es un camino amable; requiere de atención de
esfuerzo sostenido para adentrarse en el bosque y no perderse. A veces
encuentras rocas, bifurcaciones, hay que dar algún rodeo, recomenzar la
lectura, pero la recompensa está a la vuelta mostrando una forma diferente de
ver el mundo, incluso hay palabras ignotas, que se van inventando. Y, no
obstante, entre las veladuras de la lengua intuimos el daño, la violencia del
cuerpo.
[No somos de lo que queda somos / de lo perdido. / Haberlo entendido antes ]
[Todo
este niágara de violencia, de / soledad por recorrer.]
[Vamos
a necesitar mucha agua. / Queremos ir.]
[Asumo
entonces que el seísmo / de mi golpe en la mesa solo / puede esperar verdades /
como posos; ese daño, (…)]
Su poesía es una escritura sin aderezos (no los necesita), alejada de la claridad comunicativa de la emocionalidad y de lo beatíficamente positivo. Es un lenguaje a la intemperie, sin concesiones al establishment. El verso, con frecuencia en primera persona, es ágil y amétrico, con distorsión de la sintaxis, encabalgamientos abruptos, palabras elididas, finales no conclusivos, etc., que nos enfrentan a situaciones enigmáticas, paradójicas, ambivalentes, de puertas abiertas, en definitiva:
[cada uno de nosotros una comicidad]
[Qué me aterra tanto / de qué lado del
pecho / queda el afuera]
[Se firma el ras de la hija. / Sin
mano, en entrega neta, / y aún así.]
[esta frase la escribe otra / pero es
mi mano. Se tiemblan.]
Su tono es ácido, reflexivo, y escéptico, pero también hay calidez y lirismo en muchos de los poemas; en especial cuando afloran las palabras fetiche, que apantallan grandes significantes como: hija, casa, amor, pan, familia levadura, olor a niño.
[Quiere tener siete años y a la
mesa / familiar, tras la carne, amontonar migas, ]
[El entusiasmo de la niña es- el
mantel del mundo una y otra vez-vuelto a tender. (…)]
[Alguien la encuentra, frota el
moho, / me pronuncia: no soy / una lengua muerta.]
[Tajmajálico, soberbio de sí /en
el concepto y la piel./ Un amor coloquial con los astros.]
Con todo esto, este poemario se consolida como una obra original y arriesgada, donde un lenguaje indócil y poco asequible es capaz, sin embargo, de sumergirnos en la idea de ausencia, de fractura, de dolorimiento de la vida.