YUKÓN: LA
POSMODERNIDAD DE LA POSTMODERNIDAD
Tiene Marga Mayordomo, poeta natural de Madrid, la valentía
de los exploradores de finales del XIX. Como ellos, no tiene miedo a
introducirse en las junglas más impenetrables y, con el espíritu de quien pisa
un terreno por primera vez, y con el bagaje de una larga experiencia, se atreve
a caminar por senderos solo aptos para los más experimentados.
Ya en su anterior libro, Pájaros Tatoo (2018, Cuadernos del Laberinto),
la poeta daba señales de querer explorar territorios poco convencionales. Al
rigor y dominio del lenguaje propio de una alumna de Olvido García Valdés se le
unía un componente rebelde, visible en diversos poemas y algunas formas de
anotar los poemas. Con Yukón (versos mestizos) la poeta da un salto hacia
adelante arriesgado y valeroso.
Si alguien daba ya por muerto el posmodernismo poético, con
el cadáver de Ashbery frío desde hace tiempo y con los nuevos usos poéticos
basados en la escuela de Instagram y otros nudos sociales, Marga viene a pegar
un golpe sobre la mesa para despertar a quienes dormitan alrededor de la poesía
y señalar a cada uno como quien despierta a un niño arrojándole un jarro de
agua fría.
No hay concesiones en el Yukón. La supervivencia no se
garantiza y exige de un esfuerzo constante. No es un territorio para salir a
pasear al perro, porque los osos se lo pueden comer. Aquí se ha de caminar
armado y con un claro instinto de supervivencia.
Decía el poeta David Antin, en el Desmembramiento de Orfeo,
que uno tiene el posmodernismo que se merece, pero Antin escribía desde los 80,
surfeando la ola de riqueza financiera y ajeno a la existencia del minotauro
llamado Internet. En realidad, nadie merece pasar por la situación que
atraviesan las mesas de libros de poesía por graves que sean sus pecados, y
somos afortunados de contar con
exploradoras valientes como la poeta.
El posmodernismo de Mayordomo contiene elementos clásicos. Es
juguetón, es abierto y es disyuntivo en su organización de una sintaxis
heterogénea y no lineal. Tiene algo anárquico y disperso, juega con el lenguaje
escrito a través de signos y modificaciones a la Apollinaire y le gusta lo
metonímico. Es un verso respirado frente al verso métrico, con estructuras que
se contraen y expansionan, la poesía un proceso y un resultado.
Dentro de ese juego, un elemento característico de este libro
es el uso de otras lenguas y extranjerismos, como si el lenguaje fuera uno
solo, alejado de aduanas y pasaportes:
(qué reverenda locura todo esto) nadie me oye / mamma mami mor / maminka: take-me home
quiero estar sola mùa-thu / autumna / autumn
Dice la poeta que todas las lenguas le traspasan el
vandalismo del verbo, y así explica el uso del lenguaje en cualquier idioma y
momento.
Desde esa misma orientación se entiende la mezcla con
referencias culturalistas, al que le acompaña un enfoque irreverente y
desenfadado:
mis pobres
locos Aquiles Hanifa Ibrahím
¡ah! las
energías las energías universos paralelos en la fiesta de Neptuno
La propia poeta anuncia que todo es incierto y su capacidad
para avanzar sobre este terreno puede verse en numerosos versos, muchas veces
aderezado con un fino sentido del humor:
hacia la posibilidad de un cielo (sin vagalumens) bajo la media-luna verde el Euribor
La
intertextualidad también abunda en numerosas páginas:
Marinetti enarbola la cruzada futurista con su hashtag:
“desalójense las momias del umbral de lo futuro” |
La referencia a Marinetti no es casual, y el uso del collage
se puede observar en numerosos poemas, en los que también se vislumbra a Pierre
Reverdy y a John Ashbery. La dislocación textual es abundante y se complementa
con yuxtaposiciones.
Y, sin embargo, en muchos otros gestos, podríamos señalar que
la poeta está en la posmodernidad de la postmodernidad, alejada del lenguaje
como objeto ilógico, del desprendimiento semántico pleno y de la dicotomía de
las definiciones conclusivas. Hay muchos momentos líricos:
sobre este
cuerpo inseguro que bracea entre dobleces de un vestido
Hay metáforas
clásicas:
el mundo tiene forma de rifle
las feas nalgas de la vida
Hay también
imágenes nítidas:
y sin embargo__ el mundo sigue en la pupila amarilla del lobo
Y finales
rotundos:
“hierba de primavera” es mi nombre no sé dónde crecer y tú __lo sabes?
Incluso trata
temas clásicos de la poesía, como el tempo fugit:
nos amamos éramos jóvenes y estábamos nuevos podíamos con las notas más altas eran los días de sol en que los niños vestían de tul
Y existe una preocupación clásica por el yo, alejada de impersonalismos, que se define de diversas maneras a lo largo del poemario: polvo de estrellas; yo soy una valquiria; yo soy una voyeur; soy un abismo puesto en pause; y que se
resume en el verso: I am me pertenezco.
Marga Mayordomo se pertenece y, con el descaro propio de la
madurez, transciende los límites clásicos y previsibles de la posmodernidad
para crear su propio universo lírico, único, intransferible, en el que cabe
todo lo que desea y nada parece superfluo o gratuito. Su collage es un falso
collage. No está en la línea de Max Ernst o Kurt Schwitters, y mucho menos del
Europe de Ashbery. En una primera lectura las piezas parecen no encajar, pero
es solo un problema de perspectiva. La poeta sabe donde coloca cada fragmento e
intertexto, y sus manos tienen más de orfebre que de repartidor de suertes.
Decía William Carlos Williams que el propósito del poeta debe ser hacer de sus
palabras una nueva forma. Con ese objetivo, Mayordomo recicla el collage y
reivindica la alta poesía, arriesgada y lírica, y lo hace en cada verso, algo
real, desmembrado como el mundo que vivimos, pero auténtico. JULIO MAS ALCARAZ